Estamos en una
situación muy parecida a la de 1989 y en aquel entonces el diagnóstico desde el
cual se partió para recomendar el famoso paquete de ajuste macroeconómico
estaba profundamente equivocado. Pero en economía casi nadie regresa sobre los
pasos para observar cuales fueron los errores y utilizarlos para no volver a
cometerlos. Siempre me pareció que la forma en la que se enseña nuestra ciencia
es del todo menos científica. A los alumnos no se les enseña a cuestionarse, y
la primera norma del progreso científico es el cuestionamiento de lo que todos
aceptamos.
Venezuela, al
final del gobierno de Lusinchi había tenido una larga temporada de control
cambiario, para ese entonces la restricción había durado 6 años y eso había
sido el período más largo de limitaciones cambiarias, sólo superado por el
actual que lleva 13 años y parece que podría llegar a los 14 años.
En aquel
entonces se discutió mucho, porque buena parte de las personas dudaban que
fuera sensato liberar el cambio. Algunos, los menos, abogaban por la
liberación, otros proponían que el
sistema fuera progresivo y que poco a poco se alcanzara la liberación del
mercado. Por supuesto, privó la voluntad del FMI, quien apoyaría el paquete y
éste presionó por la liberación definitiva del control de cambios. El plan del
FMI como todos, era un plan para países con niveles bajos de reservas, ya que
Venezuela había agotado sus reservas en el control de cambios y la propuesta
era ayudarnos a salir de ese problema.
Había una
preocupación fundamental, debido a que la mayor parte de las personas creía y
todavía creen que si se libera el control el precio del dólar sube
exorbitantemente y las reservas caen de una manera importante. En aquel
entonces, como ahora es un error, porque si se libera el cambio, la
incertidumbre que determina la elevación del tipo de cambio se desvanece y al
contrario, el tipo de cambio se estabiliza a la baja. También obra en sentido
contrario el saldo de las reservas, porque al liberarse, las reservas en lugar
de caer, suben.
Los economistas
venezolanos se preocupan mucho por la parte fiscal de la política y eso los lleva
a hacer mucho hincapié en ello. Por eso la determinación del tipo de cambio en
el presupuesto resulta importantísima y por ello una de las funciones del banco
central es mantener el cambio en el nivel presupuestado, incluso cuando se
requiere una mayor devaluación, la ejecuta, porque lo importante es que el
gobierno sobreviva y en ello no importa la pobreza, o los efectos perversos de
la devaluación.
Lo cierto es
que el efecto obtenido fue contrario a lo estimado y el tipo de cambio se cayó
de una manera importante poniendo en peligro los planes fiscales del gobierno,
por eso se presionó al congreso para reformar la ley de impuestos y para crear
el impuesto al Valor Agregado. La reforma fiscal no se dio y para evitar una
caída más pronunciada del precio del dólar el banco central procedió a comprar
reservas, por lo que se inyectó una cantidad de bolívares importante, lo que
presionaba por más inflación.
Eso los llevó a
uno de los errores fundamentales del paquete que fue su concepción de la
política monetaria. Se pretendió hacer política monetaria restrictiva y para
ello se inventó el peor error del paquete de Miguel Rodríguez, el bono cero
cupón. Su visión de macroeconomista le impedía entender que incluso en
Venezuela, se cumple la teoría económica. Por eso solo puede hacerse política
monetaria de mercado abierto con la compra o venta de bonos emitidos por el gobierno
en mercado secundario; nunca con bonos emitidos por el banco central en el
mercado primario. Esa política totalmente errada llevó a emitir cada vez más
medios de pago, haciendo que la inflación nunca fuese menor al 30%.
En 1991 ya el
paquete no existía, porque los precios del petróleo habían retomado la
tendencia alcista y quienes dirigían las políticas del gobierno afirmaban que
seguían el plan establecido con el FMI, pero ya se habían suspendido los
desembolsos y el gobierno retomó su política de gastos, manteniendo apenas las
reducciones arancelarias y la devaluación para soportar el presupuesto público,
con la excusa de mantener un tipo de cambio proclive a la exportación.
Es que en
Venezuela siempre se comprendió mal la función del economista, un economista no
está ahí para procurar la supervivencia fiscal del gobierno, un economista debe
entender que su función es procurar las políticas para que el sector privado
sobreviva, y que este pague impuestos para que el gobierno los administre con
sensatez. Por tanto, las políticas del gobierno deben estar dirigidas a reducir
su importancia en la economía y ceder espacios para que el sector privado
crezca. Lo contrario ha sido siempre la política que dirige el gobierno y por
eso no existe ninguna diferencia entre lo que hacían los gobiernos desde Gómez
hasta hoy. La única diferencia es el grado de la intervención y el número de
empresas en las que el gobierno invierte evitando que el sector privado
participe, como es el caso de las empresas declaradas básicas. Hoy como el
lenguaje es militarista, las llaman estratégicas.
Hay que aclarar
algo más, tampoco en Venezuela los empresarios son lo ideal, de hecho, todos
quieren un contrato para suplir al gobierno, por lo que el error en la
concepción de un gobierno no es exclusivo de quienes pretenden ser líderes
políticos del país, sino también de quienes pretenden ser líderes del sector
productivo privado.
Hoy me preocupa
que la mayor parte de los alumnos de las escuelas de economía creen, porque así
les dicen sus profesores, que aquel experimento pudo haber sido exitoso, si se
hubiese mantenido, y, ciertamente, su fracaso parte de dos elementos, primero
un falso diagnóstico de la realidad nacional y segundo que las mismas personas
que lo planificaron cambiaron sus prioridades y adaptaron el paquete para lo
que ha sido siempre la política venezolana: Procurar la mayor suma de ingreso
fiscal al gobierno y mantener el poder monopólico del gobierno como cliente,
productor y gestor de política. Es decir, un ambiente donde existe la mayor
suma de conflictos de intereses posible.
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