Hayek llamó así a su último
libro, y la fatal arrogancia no es otra cosa que el socialismo. Pero socialismo
en la taxonomía austriaca no significa la izquierda. Significa el intento por
controlar al individuo y evitar que afloren con la libertad todos los
beneficios que desde que el hombre camina sobre la tierra, se materializan en lo
que llamamos Capitalismo. Por lo que socialista es Hitler, Mussolini, Perón,
Fujimori, Roosevelt, Lenin, Fidel, Stalin, Chávez, Maduro y un largo etcétera que abarca a Obama y a Trump.
En ese largo etcétera incluyo a casi todos los partidos venezolanos, debido a
que en Venezuela no hay partidos que defiendan el libre mercado.
Ahora, cuando comenzó el proceso
que Chávez llamaba “revolución” me reía porque él lideraba ese proceso,
aprovechando su carisma y la mayoría de las personas que lo seguían creían en
la sinceridad de su discurso, aunque cada uno imaginaba cosas que no eran
ciertas, porque tenía la misma agenda que hoy sigue el señor Maduro, es decir
mantenerse en el poder. Unos personajes tan conservadores no pueden ser
revolucionarios ¿no les parece? Esa es una de las contradicciones, cómo se
declara de izquierda alguien que en realidad es conservador, absolutista,
totalitario y por tanto contrario a la libertad.
Ciertamente lo que Chávez y sus
acólitos, incluyendo entre ellos la oposición, llamaba la cuarta república,
para decir el pasado seguía vivo y de hecho el gobierno de Chávez antes de ser
algo nuevo, era lo peor de todo lo que venia ocurriendo. Chávez era una
fotocopia del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) y como buena
fotocopia no era como el original, tenía defectos importantes, pésimos
ministros y el mismo al ser una copia de otro, no era ni podía ser original. No
estoy diciendo que CAP haya sido bueno, pero al menos era él. Maduro es una
fotocopia de esa fotocopia, por tanto la nitidez y el liderazgo no estaban presentes.
Chávez y CAP confiaban demasiado
en su popularidad, una popularidad que se generaba en la capacidad para regalar
lo que no era de ellos, es decir las bondades del petróleo. Por eso, lo efímero de
sus liderazgos. El primero lo descubrió cuando fue reelecto y pensó que con su
liderazgo podría encarar unas reformas radicales en la economía. El segundo
vivió un mundo al reves, primero experimentó el desprecio, porque en la
recesión de los tres primeros años de su gobierno casi logró que lo
defenestraran. Por eso la cautela que mostró desde el primer intento revocatorio y el golpe de 2002.
Su astucia le logró revertir ese
odio y materializarlo en una presidencia larga, sin embargo, igual que la de
Pérez se cimentaba en esa capacidad para repartir lo que no le pertenecía. Eso
en un país en el que todos son adictos al regalo, seudo empresarios, seudo
trabajadores, seudo intelectuales, todos disfrutaron de las mieles que
repartian en el peor de los gobiernos de la república.
La incapacidad para entender
la realidad en la que viven, fue lo que provocó que la revolución estallara en la Grecia de la antigüedad,
los tiranos no escuchaban la realidad que los rodeaba, igual le pasó a Carlos I
en Inglaterra y a Luis XVI en Francia. Chávez tenía en su carisma la capacidad
para engañar, por ejemplo, convencer a todos que si reformaba la constitución
todo se arreglaba, fue un ardid para lograr un sistema totalitario y de
reelección perpetua, que al final no mejoraba nada. Además tenía suerte, porque
los precios petroleros subieron y eso le facilitó la posibilidad de regalar. Es
decir la mezcla perfecta de lo que Maquiavelo llamaba Virtû y Fortuna. Eso le
permitió sortear la necesidad de reformas profundas con la falsedad de una
revolución que no era.
Los herederos del Chávez, entre
ellos Maduro creyeron que heredaban todo eso, pero los herederos de Chávz no tienen Virtû alguna y la
Fortuna se la llevaron los precios del petróleo que no repuntan, y al parecer
no repuntarán en el corto plazo. El ambiente está servido para iniciar una
verdadera revolución. Por eso la represión lo que ocasiona es indignación y los
llamados a diálogo y órden no son atendidos. Esto parece que se lo va a llevar un proceso, espontáneo,
por lugares que ni el gobierno, ni la oposición, ni las fuerzas armadas
esperan. Pero apenas está empezando.
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