Pues de una manera sencilla un venezolano. Un venezolano del cual todos los venezolanos debemos sentirnos orgullosos. La muestra de que de alguna manera, si es posible que los venezolanos seamos dignos de ser un ejemplo para los demás. Un joven que vivió las bondades de estudiar en el exterior y que incluso trabajó en el exterior, cuando Venezuela no ofrecía oportunidades, porque un gobierno enemigo del capital se acendró en nuestras tierras. Y cuando su familia le solicitó su concurso no dudó en volver a su patria a sacrificarse por lo que es fundamental para sentirse miembro de una nación, por la familia. De esta manera Pérez Dupuy hizo evidente que la familia es una de las cosas importantes, quizá la mayor, que determinan la vida de cualquiera de sus miembros.
Su habilidad
para hacer negocios era patente, fue factor decisivo en la recuperación del
Banco de Venezuela e incluso, fue representante de Venezuela en la conformación
de las primeras relaciones comerciales con el Japón. Aunque el gobierno nunca le
reconoció y le pagó los gastos que hizo de su propio peculio para conseguir que
casi se materializara la relación con esa lejana nación. Aunque apoyó los
progresos que se hicieron en los primeros años del siglo XX en Venezuela, la
relación con el gobierno siempre fue complicada, quizá sin saberlo, fue
comprendiendo como los individualistas son de alguna forma reacios a la
burocracia y la paquidérmica estructura de los gobiernos. Así poco a poco Pérez
Dupuy fue entendiendo la grandeza de ser un individuo.
De esos mismos malos
ratos con el Gobierno surgió la idea del Banco Venezolano de Crédito y esta es
la obra de Don Henrique. Sus conceptos del empresario se materializaron en la
idea del Banco. El entendía a pie juntillas que la relación entre el empleado y
el empresario no es la del conflicto y que un buen empresario es quien se
preocupa por el bienestar de sus empleados y un buen empleado es quien
comprende que él tiene que poner lo mejor de si, para que la empresa sea
exitosa, y del éxito de la empresa surge la mejora de su situación personal.
Entonces estamos ante un empresario excepcional que entendía su función en la
sociedad y ahí el éxito de esta idea que hoy cumple 90 años.
Pero don
Henrique se preocupó no sólo por hacer una empresa exitosa, y por tener una
familia unida, se preocupó por su país, porque los políticos fuesen quizá como
él en su banco, preocupados por el bienestar de todos los habitantes de la
nación, y evidenció que al igual que otros empresarios, no se preocupaban por
servir adecuadamente a sus consumidores y por retribuir de una manera digna a
sus empleados. Nuestros políticos sólo hacían uso de la demagogia y el engaño
para enriquecerse y mantener al resto de los venezolanos en la pobreza y el
sometimiento servil. Don Henrique comunicaba sus consejos de una manera tan
clara que resulta sorprendente que no le hicieran caso.
Su preocupación
era por que comprendía que los venezolanos eran personas buenas, con un
excelente potencial, pero quienes estaban llamados a liderar la sociedad no
llegaban a entender cual era su verdadero papel en la organización social. La
demagogia de ayer es la misma de hoy, y Venezuela clama por un grupo de
políticos y de empresarios que como don Henrique, sientan las necesidades de
los demás y comprenda que la familia es el origen del amor a la nación.
1 comentario:
Hola Profesor Daniel muy interesante el articulo hermano.
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