sábado, 7 de noviembre de 2015

Laudato Si, pero Francisco No!


Yo soy educado en el catolicismo, mi padre era cristiano maronita, por tanto oriental, de una iglesia donde los curas se casaban, antes de aceptar el su afiliación al Vaticano y por tanto al Concilio de Elvira en los primeros años del siglo XX cuando Francia entró en el Líbano y acabó con la cruel hegemonía del imperio otomano. Hay personas que me han oído comentar que el catolicismo oriental comprende que la riqueza es una bendición de Dios, que incluso los sacerdotes maronitas asumen que una parte de su labor es arbitrar en los conflictos que se presentan entre los hermanos maronitas en las relaciones comerciales y las de préstamo y depósito. Porque entendemos a cabalidad que la parábola de los talentos condena al siervo haragán que enterró el talento para no arriesgarlo y su señor le dijo “ Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.” (Mt 25: 14-30) No estamos anotando que en esa misma parábola los buenos discípulos son los que duplican el patrimonio, es decir que lo hacen rendir el 100%.
Por tanto Mateo sin ningún prejuicio Aristotélico ni Platónico, descifra la religión como se entiende en el oriente. Desde Mesopotamia el sacerdote es quien cumple la función del rey de la ciudad mesopotámica impartiendo justicia, arbitrando entre los mercaderes y su mercado se encuentra en las puertas del templo (Zigurat) por lo que la acción de Jesús cuando expulsó a los mercaderes del templo, es un evento extraño en el entendimiento oriental, si no se comprende en su esencia. En el templo oriental siempre hubo un mercado y en el templo hebreo es necesario que existan comerciantes y cambistas; los primeros proveen a los fieles judíos que vienen a hacer sacrificio y le venden palomas, corderos y otros animales, los segundos son necesarios porque los romanos estaban acostumbrados a devaluar sus monedas y éstas no tenían valor homogéneo, esa moneda era inmunda, por tanto, los sacerdotes no la querían y los cambistas estaban ahí para cambiar la moneda romana por la moneda del templo. Lo que ocurre es que estos cambistas no eran privados, eran contratados por los sacerdotes del sanedrín y perjudicaban en el cambio a los hebreos. Por eso Jesús arroja sus monedas al piso y tumba sus bancos. (Juan 2: 13-25) Eso, además, será la razón por la que el sanedrín pensará seriamente en la eliminación de Jesús.
Lo que hace Jesús no es lo que se espera de un sacerdote oriental. Pero no es tampoco una expresión de socialismo, es más bien liberal al defender los derechos del pobre hebreo que viene a hacer sus sacrificios y es perjudicado por estos cambistas que están en la puerta trabajando en un monopolio impuesto por los sacerdotes, también sería motivo de condena por nosotros si lo viviéramos en nuestra realidad.
Son múltiples los ejemplos económicos en los evangelios y de hecho uno de los mejores es la Parábola del Tesoro Escondido, donde afirma: "El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo.
Cuando un hombre lo descubrió, lo volvió a esconder, y lleno de
alegría fue y vendió todo lo que tenía y compró ese campo".
(Mateo 13:44-46) Uno podría preguntarse entonces, es buena acción ocultar el tesoro y comprárselo al dueño sin decirle en tu campo hay un tesoro escondido. Pues parece que esa es la imagen que ofrece el evangelio.
Además podemos traer a colación la parábola del dueño del campo que contrata a unos jornaleros (Mateo 20: 1-16) para que trabajaran en su viña y acordó con ellos un denario por el día de trabajo, y el señor al ver que era mucho el trabajo, partió al medio día de nuevo al poblado a buscar más trabajadores y les ofreció que les iba a pagar lo mismo (un denario) por medio día de trabajo. A los trabajadores inicialmente contratados, les pareció injusto y le dijeron al señor que ellos habían trabajado más y que por tanto no debían recibir lo mismo que los otros y el señor le dijo: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.” Para alguien que cree en la libertad de contratos y cree que los trabajadores deben negociar sus contratos con los empresarios esta parábola es sensacional.
El hombre es una creatura que ha sobrevivido a las peores catástrofes y que hoy se alza como baluarte de ser el mayor ejemplo de superioridad racional, pero siempre está sujeto a la acción serendipítica de la mano invisible. Porque por mucho que planifique las acciones de sus competidores modifican su decisión y lo hacen aprender a crear para sobrevivir. De hecho, hoy las ballenas han sobrevivido a la extinción gracias a la acción de Rockefeller quien consiguió sustituir el aceite de ballena por el kerosene y luego de ello, ningún ecologista ha salvado ninguna ballena, ningún ecologista ha salvado más nada que el presupuesto de sus gastos que probablemente está lleno de productos que él mismo dice a los demás que no deben consumir.
Los intelectuales que no entienden al mercado encuentran en la encíclica “Laudato Si” un paraíso donde pueden regocijarse en su profundo desconocimiento del ser humano, la civilización y el mercado. Dentro de este desconocimiento el mismo Francisco, pontifica sobre algo que no es razón de fe, por tanto incurre en una falibilidad profunda y magna. Porque su infalibilidad es en asuntos de fe y los asuntos de la economía son humanos, profundamente humanos, no metafísicos, aunque la economía tradicional está llena de dogmas de fe que no pueden de ninguna manera probarse por el intermedio de la auténtica ciencia económica que es subjetivista, es decir individual y deductiva.

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